8 de abril de 2019

A 110 años del rescate del transporte noruego SS Telefon

Por La Prensa Australviernes 5 de abril del 2019
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Uso y ocupación chilena de la Antártica Americana
Jorge G. Guzmán Mag., MPhil & PhD Polar cantabrigiensis
MagallaniaCorp
Mientras a toda máquina se dirigía el encuentro de la flota de la compañía ballenera noruega P. A. Grøn, hacia el fin de la tarde del 26 de diciembre de 1909 el transporte SS Telefon, capitán Roland Nielsen, encalló violentamente sobre un arrecife que desde esa fecha es conocido con el topónimo ‘Rocas Telefon’. Este accidente geográfico hoy convenientemente indicado en las cartas de navegación se ubica al ingreso de la bahía Almirantazgo, en isla Rey Jorge del grupo de las Shetland del Sur.
Aunque desde 1819 la isla Rey Jorge había sido visitada por cazadores de focas chilenos, ‘yanquis’ y británicos, hacia 1909 dichas ‘rocas’ no estaban indicadas en las cartas de navegación empleadas por los balleneros noruegos, para entonces ‘nuevos’ en esas aguas. Por esta razón el SS Telefon (una nave construida apenas 9 años antes en Escocia) las embistió a toda velocidad causando una avería en el casco que enseguida provocó la inundación de la sala de máquinas. A las pocas horas del siniestro el capitán Nielsen ordenó abandonar la nave.
Horas después otra nave noruega que se hallaba en el área recogió a los náufragos y los trasladó hasta la bahía Balleneros de la isla Decepción, la cual, desde 1905-1906 servía de instalación antártica permanente de la Sociedad Ballenera de Magallanes.
Según el testimonio del explorador francés Jean-Baptiste Charcot (quien justo antes del accidente había compartido la cena de Navidad de 1908 con el gerente de la ballenera chilena, Adolf-Amandus Andresen y su mujer Mina (la primera mujer en visitar y vivir en la Antártica), la llegada de los náufragos del SS Telefón causó gran expectación entre los capitanes balleneros. Por ello, inmediatamente después de conocidos los detalles y la ubicación del siniestro, se celebró una suerte de ‘juicio de mar’ en el cual los marinos antárticos acordaron que el primero en abordar la nave tendría el derecho de reclamarla para sí.
A continuación se dio la partida a una verdadera regata cuyo ganador fue el ballenero chileno Almirante Valenzuela comandado por el propio Andresen. Este, para prevenir que buques del armador noruego de la nave accidentada la pudieran reclamar, simbólica y personalmente izó en su mástil el pabellón chileno.
Luego de ‘achicar el agua’ de la sala de máquinas y de otras secciones, a comienzos de enero de 1909 Andresen y sus naves lograron retirar al Telefon desde la cama de rocas sobre la que había sido abandonada para después remolcarla hasta sus instalaciones en la Isla Decepción. En dicho lugar el buqué quedó varado en espera que los marinos noruegos y chilotes de la Sociedad Ballenera de Magallanes obtuvieran lo necesario para repararla.
Durante la primavera antártica de 1909 se iniciaron los trabajos de reparación del SS Telefón. Con una bomba de agua, cemento y otros materiales llevados desde Punta Arenas, los buzos chilenos repararon el casco averiado, mientras que Andresen y sus técnicos pusieron en marcha los motores. Una vez recuperada, la nave fue incorporada como transporte de la flota ballenera chilena e, incluso, a su regreso desde su área de invernada polar, a fines de noviembre de 1909 el Pourquoi pas de Jean Charcot fue asistido con carbón por el Telefon, que para entonces llevaba pabellón chileno.
En su diario de navegación ese mismo explorador francés explica que el rescate y las reparaciones de dicha nave se efectuaron en condiciones verdaderamente antárticas, esto es, en permanente lucha contra el hielo marino y el frío polar. Esa misma fuente destaca la pericia, ingenio y eficacia de los balleneros chilenos, especialmente las de su líder, el capitán Andresen, quien, como lo hemos dicho en otros escritos, a nuestro juicio es el máximo héroe polar de Chile (fallecido en Punta Arenas en enero de 1940).
Desde su llegada a Punta Arenas hacia 1893, con poco más de 20 años de edad Andresen se había convertido en un impulsor de la caza de mamíferos marinos. En 1904 había formado la Sociedad Ballenera de Bruyne & Andresen y luego, en 1906, se había incorporado a la Sociedad Ballenera de Magallanes en calidad de Administrador encargado de las operaciones de caza en aguas antárticas.
Desde esa posición el marino noruego-chileno impulsó la caza pelágica de la ballena hasta y más allá del Círculo Polar, a lo largo de ambas costas de la Península Antártica, es decir, en caladeros de ballenas situados en el Mar de Bellinghausen y en el Mar de Weddell (ergo, mucho más al sur que las Islas Shetland del Sur).
Desgraciadamente, la trascendencia geoeconómica, geo-legal y geopolítica de estas operaciones no ha logrado ser dimensionada ni apreciada por la sociedad chilena. En el caso del rescate chileno del SS Telefon lo que, valga la redundancia, es ‘rescatable’, tiene que ver con la verificación de la presencia permanente en la Antártica Americana de naves de pabellón nacional, es decir y para emplear una expresión de Derecho Internacional, tiene que ver con el registro histórico del uso y la ocupación de la Antártica Chilena mucho antes que se estableciera el régimen del Sistema del Tratado Antártico de 1959.
Pocos años después de conocida la hazaña del rescate del Telefon, a fines de 1915 Sir Ernest Shackleton comprendió que la única posibilidad de salvar a la tripulación de HMS Endurance (que para entonces había sido ‘tragado por el hielo’) consistía en avanzar sobre la banquisa y las aguas del Mar de Weddell con dirección NNO. Esto, porque el explorador británico sabía que, dependiendo de las condiciones del hielo marino, a lo largo de esa ruta tenía oportunidad de tomar contacto con algunos de los cazadores de la isla Decepción o, en su defecto alcanzar las playas de la islas Paulet, Joinville, Clarence o, finalmente, de la isla Elefante, que durante el verano austral eran regularmente visitadas por esos mismos marinos.
En la época de los rescates del SS Telefon y de la HMS Endurance, el capitán Andresen era parte de una nutrida colonia noruega que, entre otros, incluía a los también marinos Harald Nielsen, pionero de la navegación de cabotaje en los canales de Ultima Esperanza, y Otto Fugellie, ancestro del escritor magallánico Silvestre Fuguellie y de su hijo el ingeniero Víctor Hugo Fuguellie. Fue precisamente el capitán Fuguellie (un pionero del comercio entre Magallanes y las islas Falkland) quien, a petición de la colonia británica local, en julio de 1916 intentó el primer rescate chileno de los 22 náufragos de la HMS Endurance desde la isla Elefante.
Relativamente poco se ha hecho por rescatar la memoria y los logros de esta generación de marinos magallánicos, cuyo registro de la ocupación y uso de los espacios y recursos naturales de la Región Polar Austral son parte del ‘núcleo duro’ de los derechos irrenunciables de Chile y de nuestra Región sobre la Antártica Americana.
La responsabilidad de asegurar que los aportes de esos pioneros al interés permanente de nuestro país no caigan en el olvido recae en el conjunto de la sociedad chilena, comenzando por la sociedad magallánica. La caridad empieza por casa.
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Territorio Antartico Chileno Decreto 1747 06 noviembre de 1940 
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villa Las Estrellas Territorio Antartico Chileno 

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